“Amarás a tu prójimo como a ti mismo”
Mateo 22,39
Hoy continúo con este tema tan controvertido: la eutanasia. A nadie se le oculta la gravedad del asunto, por la que el hombre, en determinadas situaciones, pretende disponer de la propia vida o de la vida ajena. Además, no nos dejemos engañar, en este tema confluyen otros factores que agravan esta práctica, dado que aparece como una demanda de algunos programas políticos y se trata de regularla jurídicamente. Por ello, en la eutanasia no se ventila solo un tema de moral individual, sino que conlleva un problema ético que afecta a la sociedad entera, a las leyes y a la convivencia social.
Antes de nada, pienso que es necesario distinguir entre “dejar morir” (ortotanasia), que es el derecho que tiene todo hombre a morir con dignidad, a “hacer morir” (eutanasia), que va contra el derecho a la vida que tiene cualquier persona. Esto es lo que, en rigor, caracteriza la eutanasia: “hacer morir”. Por eso es bueno aquilatarla, tomarle el peso, para tener claro la seriedad del tema.
Veamos qué dicen los profetas de la eutanasia. Los favorables de legalizarla dicen que tal práctica en verdad sería un acto de compasión, para así acabar con el dolor.
¿Qué podemos argumentar nosotros los cristianos? La vida es sagrada y hay diversos argumentos para justificar la condena moral de la eutanasia.
Primero, el principio de inviolabilidad de la vida humana. Hay que reconocer que este principio parte en verdad de los preceptos bíblicos, pero también es fácilmente comprensivo desde la razón. Como dice la Declaración sobre la eutanasia, de la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe: “La vida humana es el fundamento de todos los bienes, la fuente y condición de toda actividad humana, de toda convivencia social (De euth, 9).
Y dicho sea de paso, esos profetas de la muerte no juegan limpio, ya que para justificar su legalización se apoyan en casos extremos y lastimosos. Y aun en esos casos, practicar la heterotanasia (eutanasia realizada por otro al enfermo) ¿con qué derecho procura el hombre la muerte de un semejante contra su voluntad? Y si esos profetas de la mentira reivindican la voluntad como exigencia para decidir sobre la propia vida, ¿no es un total avasallamiento de la libertad ajena disponer su muerte sin su consentimiento?
En el caso de que sea demandada por el interesado, argumentaremos que la persona no fue hecha libre para disponer de su vida, dado que es un bien social. De hecho, la autoeutanasia equivale a un “suicidio profesionalmente asistido”. No por nada la autoridad civil vela por la vida de los ciudadanos. Por ello la autoridad debe proteger y defender la vida de aquéllos que se encuentran en estado angustioso, ya que no demandarían la muerte en caso de gozar de salud o del bienestar debido.
Segundo, apostar por los cuidados paliativos. En esos estados tan lastimosos debemos buscar su alivio, no en procurar la muerte del paciente, sino en soluciones más humanas e inmediatas, cercanas a la persona del enfermo, de forma que éste se sienta querido y asistido.
Además, la Iglesia dice que es lícito tomar aquellas medicinas que alivien o supriman el dolor, “aunque de ellos se deriven, como efectos secundarios, entorpecimiento o menor lucidez” (De euth, 20). Pero si los analgésicos privan totalmente de conciencia al enfermo, sólo es lícito por “grave motivo” y “una vez cumplidos los deberes morales y las obligaciones familiares” (n. 22).
Todos, individualmente y como sociedad, tenemos el deber moral grave de defender la vida.
Y para acabar, ¿qué se les puede decir a esos profetas de la muerte, que utilizan el eufemismo de la “muerte digna” para referirse a la eutanasia? Una muerte digna, entendida como lo que es -encarar dignamente la muerte-, no es un asunto que se reduce a quitar enchufes o suministrar letales. “Las súplicas de los enfermos muy graves, que alguna vez invocan la muerte, no deben ser entendidas como expresión de una verdadera voluntad de eutanasia; éstas, en efecto, son casi siempre peticiones angustiadas de asistencia y de afecto. Además de los cuidados médicos, lo que necesita el enfermo es el calor humano y sobrenatural con el que pueden y deben rodearlo todos aquellos que están cercanos, padres e hijos, médicos y enfermeros” (De euth, 16).
Como propuesta, por si quieres saber y formarte sobre este tema tan actual y trascendental, insisto en leer este documento sobre “La eutanasia. 100 preguntas y respuestas”. Y te pedimos que compartas por WhatsApp este vídeo que hemos creado para promover la cultura de la vida.
En el post de la semana que viene continuaré hablando sobre este tema. Feliz semana y que Dios te siga bendiciendo. :)
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