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DIARIO DE LA ESPERANZA - Día 69

Updated: May 24, 2020

“Me acercará al altar de Dios, al Dios de mi alegría”

Salmo 43,4



Cuando era un niño me aburría o me despistaba en Misa. ¿A quién no le ha pasado esto? Alguna vez me enteraba de algo, aunque pasaba pocas veces.

A los 15 años empecé a tener una relación muy especial con el Señor en la Eucaristía. Fui descubriendo que Jesús es real en la Misa y en la oración. Al escuchar las lecturas, encontraba palabras que parecían escritas para mí y mi vida concreta. Con el tiempo comprendí aquello de san Pablo en 1 Corintios 13,11: “Cuando era niño, hablaba como un niño, sentía como un niño, razonaba como un niño. Cuando me hice un hombre acabé con las cosas de niño”.

Si ayer veíamos la mesa de la Palabra, hoy vemos la mesa de la Eucaristía.

Espero y deseo que la Eucaristía sea o un día llegue a ser tu punto de referencia. Porque si un día lo es, te habrá cambiado la vida para siempre.

Como este es el Diario de la Esperanza, vamos a hacernos esta pregunta: ¿Ir a Misa me puede dar esperanza? Y si es que sí, ¿por qué? Por el espacio que tengo daré dos argumentos. Para empezar, la Misa, para que pudiera dar esperanza tendría que estar conectada con la vida; de otro modo, no podría dar esperanza ninguna. Pues he de decirte que, de hecho, conecta con la vida. Porque en las lecturas de la Escritura, hay sabiduría milenaria inspirada por Dios y vivida por los hombres. Y, siendo que el hombre, un palmo arriba un palmo abajo, siempre es lo mismo, sirve para todos los hombres de todas las épocas -también para los del siglo XXV-. Con lo cual, en la Misa hay palabras que realmente pueden hablar de tu vida y ayudarte en la vida. Porque te ayuda a priorizar lo que de verdad importa, cosa que te facilita vivir con sentido pleno, te da satisfacción y pasas a tener una vida más plena.

Segundo argumento, en la Misa viene Dios y siendo que “Dios es amor” (1Jn 4,8.16), no hay sitio en el que se pueda estar mejor. Claro que hay que tener fe para creerse esta afirmación. Pero no porque me cueste creerlo, o directamente no lo crea, no deja de venir... Una comparación. Un matrimonio tiene un hijo, con un embarazo y un parto muy pero que muy complicados. Ellos te dirán que ha sido un milagro. Tú empatizarás con ellos, o no y te quedarás igual, o pensarás “qué exagerados”. Pues el caso es que la experiencia personal de esa pareja es tan real y tan fuerte, que les da cuerda en la vida para años. En la Misa, tres cuartos de lo mismo: pasan cosas y cambia vidas.

En verdad podría estar horas hablando de la Eucaristía y escribir mil libros sobre ella, nunca me canso de este tema porque diría que es el tema de mi vida. Pero, estoy seguro de que o tú o algunos de los que han acabado de leer estas líneas, ha experimentado cómo la Misa da color a la vida, y ese color es el color esperanza.

Por todo ello, yo hoy te propondría un (gran) reto: ir a Misa 4 domingos seguidos con mente abierta y corazón abierto. Y si quieres consultarme algo o compartir algún pensamiento o experiencia, mándame un correo y te responderé.

Mañana va a ser el último escrito de este Diario de la Esperanza. Acabaré en este Domingo 24, día de la Ascensión del Señor por dos motivos. Primero, porque será la primera Eucaristía dominical con pueblo que podremos celebrar. Y segundo, porque estaremos cumpliendo 70 días exactos desde ese lunes 16 de marzo. Pienso que es una fecha ideal para terminar esta época que habremos compartido juntos.


No lo olvidemos: esto va a pasar y Dios está con nosotros.

¡Ánimo, que HAY ESPERANZA!


P. D.: Si te ha gustado el texto, dale al corazón que hay abajo a la derecha. Y también te recuerdo que puedes dejar un comentario; solo tienes que registrarte donde pone "Log in to leave a comment" (no tiene ningún riesgo, es seguro 100 %). Aunque algunos ya me lo decís por WhatsApp, los espero aquí, me gusta saber cómo resuena todo. Gracias y un abrazo.

Hasta mañana… Si Dios quiere. :)

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