“¿Quién conoce lo íntimo del hombre, sino el espíritu del hombre, que está dentro de él?”
1 Corintios 2,11
Ciertamente a mi, seguramente como a ti, me gustaría trabajar 48 horas seguidas para dar descanso a alguno de nuestros queridos médicos y enfermeras. Pero no podemos. En esta ocasión, nos toca estar en otro lugar. Así que, como nos tenemos que quedar en casa, aprovechemos para desacelerarnos. Estos días, que tenemos mucho tiempo, podemos enriquecer nuestro conocimiento interior. En un mundo tan acelerado os propongo, pues, la desaceleración. Ánimo y a por ello.
El lenguaje del amor se va aprendiendo con las personas que más nos aman; y poco a poco dejamos lo que podemos llamar “analfabetismo afectivo”. Hoy en día, se habla de “analfabetismo afectivo”, definido ya sea como una incapacidad de leer, de interpretar el propio mundo interior y de darle un sentido; ya sea como una incapacidad de escribir en la trama de la propia existencia una verdadera historia de amor. El término “analfabetismo afectivo” indica, por tanto, la incapacidad de aprender a leer y escribir el lenguaje afectivo del amor. Por lo tanto, resulta imprescindible que vayamos interpretando, integrando y enriqueciendo nuestro vocabulario afectivo.
Resulta sorprendente la incapacidad de leer y de escribir sobre el propio mundo interior. Aunque, ciertamente, “alfabetizarse” en lo afectivo no es tarea fácil, porque la sociedad ayuda poco. Ese mundo interior podríamos resumirlo como las propias emociones y los propios sentimientos. El mundo exterior podríamos resumirlo como las personas e instituciones de referencia para la persona. En cuanto a “personas de referencia” hablaremos de: padres, hermanos, abuelos, maestros, amigos, entrenadores o catequistas. En cuanto a “instituciones referencia”: familia, escuela, parroquia, club deportivo o conservatorio. Por si resulta de inspiración, a los que en estos días hacéis lo que podéis con los hijos pequeños o adolescentes en casa... Como dice el Directorio de la pastoral familiar de la Iglesia en España: “La familia es el cauce donde se manifiesta y vive el amor que configura la identidad personal. Es el lugar privilegiado para aprender el léxico, la gramática y la sintaxis del amor; todo ello dispone al niño para vivir el don de sí”.
Para acabar os propongo: desacelerarse. Pero necesitamos una herramienta, pensaréis. Os recomiendo otra vez, ya que naturalmente a veces cuesta sacar tiempo, trabajar personalmente el documento de ayer, el de Bienestar emocional que hemos colgado aquí. Todos tenemos emociones y todos deseamos estar (y ayudar a) estar bien. Os ayudará a identificar, poner nombre y ordenar las emociones y sentimientos que todos, más o menos, vamos teniendo. Debemos combinar psicología y fe, porque mútuamente se pueden ayudar. La idea clave es saber que “Toda emoción nos trae un mensaje” (Psicología). Ahora bien, está en mi mano ver qué es lo que voy a hacer con todas ellas, qué sentido le voy a dar (Fe).
No lo olvidemos: esto va a pasar y Dios está con nosotros.
¡Ánimo, que HAY ESPERANZA!
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En la web encontrarás la sección PARROQUIA VIRTUAL con propuestas de sentido para estos días. Hasta mañana… Si Dios quiere. :)
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